cuidado con lo que escribes

9.5.11

Dejó sus apuntes a un lado y miró hacia el lecho verde de hojas que se veían tras la ventana. Luego, quiso volver a sus aburridas notas sobre literatura pero algo se interpuso; ese trozo de papel en blanco… tan puro, tan frágil e inocente. Entonces sintió el impulso, la necesidad, de llenarlo de palabras, cargadas o vacías de sentido y significado. Cogió el bolígrafo que mejor se deslizaba y lo dejó vagar por ese papel trazando unas líneas que fueron palabras y luego mundos. Y cuando el mundo se creó se separó de la hoja y vio cómo las letras se movían dibujando nuevas formas y siluetas. Su corazón se sobrecogió, podía ver la casa que había descrito y creyó oír el silbar de las aves que por allí volaban. Lentamente, y con el ceño fruncido por la sorpresa e incomprensión, se acercó al papel, tanto, tanto que la punta de la nariz podía tocar las manchas de tinta que bailaban en aquella hoja. Hasta que su nariz lo tocó. Entonces, sin que tuviese tiempo para reaccionar, su cuerpo es vio tragado por una fuerza inesperada que la atrajo hacia el papel y la zambulló sin dejar rastro.


Nadie más volvió a saber de ella.

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