3 de la mañana

22.2.11

la vida puede estar llena de un sinfín de emociones sin sentido. Si no te gustan no las cojas, pero intenta comprenderlas. Intenta aceptar a qué juega tu alma y adivina el motor de tu cuerpo, dónde termina el camino o qué dirección tomar.Nada es fácil, pero podemos hacerlo fácil. Podemos pasar rápido las páginas de la trajedia y abrir el corazón y alma a cada beso que te da la felicidad. A cada trocito de sonrisa que se queda flotando tras una conversación sin rumbo en un paisaje verde.
Que no te asuste sentir ni saborear cada sensación, nunca es el momento adecuado, o siempre lo puede ser.

I Semana de la Sostenibilidad

10.2.11

12 marzo 2031

Creo que ya es de día, al menos en el reloj aparece como que lo es. Las siete, bonita hora para empezar un nuevo despertar con unas nuevas ilusiones y unos nuevos dolores de cabeza. Huele a café.

Puede que ya se haya levantado, me ha dicho que esta mañana tenía que ir pronto a trabajar. Voy hacia la cocina y me encuentro el desayuno sobre la mesa; es siempre tan detallista, creo que en cada uno de estos desayunos recuerdo por qué lo quiero tanto; incluso ha tapado las tostadas para que el gato no lama la mermelada.

Salgo corriendo del piso, al final siempre llego tarde a todos lados. El ascensor sigue estropeado, creo que tendré que hablar con Aurelio para ver si podemos solucionar el problema de una vez, no es que me moleste bajar un par de escaleras, yo solo vivo en el sexto, pero el resto de gente que viven en pisos tales como el decimocuarto o el vigésimo primero han decidido no salir de casa hasta que no se arregle el problema. No entiendo cómo pueden construir edificios tan altos sin tener un buen sistema de ascensores.

Le quito el candado a la bicicleta y conecto el sistema de respiración. Le queda poco oxígeno, pero suficiente como para llegar al trabajo sin tener que parar en ninguna gasolinera. Sí, sé que podría optar por el transporte público, pero es demasiado caro, desde que el petróleo escasea los coches no se cogen y los autobuses son un lujo. Aun así las ciudades son demasiado grandes como para recorrérselas a pie, así que aunque el aire sea demasiado contaminante como para hacer ejercicio, sanidad lanzó a la venta unas bombonas de oxígeno para no tener que respirar el aire de la calle. Son bastante cómodas si vas en bicicleta o si las llevas en la mochila mientras andas, pero son imposibles de llevar si quieres hacer cualquier otro tipo de deporte físico. Echo de menos salir a correr por parques con árboles y pájaros cantando, me acuerdo de las golondrinas a principio de primavera cuando revoloteaban sobre mi ventana chillando, me encantaba, era el sonido de la primavera que caía sobre la Explanada mientras los pintores callejeros se ganaban un dinero en las aceras y las mujeres mayores paseaban agarradas del brazo. Ahora… bueno, las estaciones de transición entre verano e invierno desaparecieron hace bastante tiempo, así que la mayoría de animales migratorios empezaron a morir y ya solo se puede oír su canto en internet o en zoológicos protegidos.

Llego a la oficina, le pongo el candado a la bicicleta, desenrosco la bombona y me la guardo, no tengo yo mi economía últimamente bien como para que me roben otra bombona. El día de trabajo normal, sigo con mi traducción aburrida sobre artículos de prensa rosa que nadie leerá, ¿cuándo llegará esa oportunidad de traducir un buen libro o aunque sea artículos de prensa más jugosos? Pero bueno, no me quejaré, algo que he aprendido en estos últimos años es a no desaprovechar las oportunidades de ganar aunque sea algo de dinero, las crisis económicas son como olas de la playa, nos inundan cada dos por tres y aunque de vez en cuando desaparezcan, solo es cuestión de tiempo que vuelvan a mojarnos.

Hora de descanso para comer, me he traído mi fiambrera, siempre me ha gustado cocinar y a no ser que tenga mucha prisa o esté cansada, prefiero traerme mi comida a tener que probar la insípida comida de restaurante del comedor. A mí, aunque me cueste más caro y no pueda permitirme otros lujos más materiales, me gusta comprar comida fresca, sé que con esta decisión gran parte de mi sueldo va destinado solo a los alimentos y al transporte que me cuesta ir a alguna de las pocas tiendas que lo venden, pero supongo que mi salud me lo agradecerá algún día. De hecho, la esperanza de vida ha bajado mucho desde hace varios años debido al mal estado de los alimentos o a la calidad de los sucedáneos que ahora venden entre otras cosas (drogas, crimen, suicidios y “accidentes laborales” se llevan la otra parte de la culpa).

Terminada mi jornada de diez horas de trabajo me vuelvo a casa igual que vine; mi oxígeno recolocado, mi bici, mis paisajes grises… Hoy aun así me apetece pasear, después de un duro día de trabajo, las expectativas son las siguientes; ir a casa a ver la tele y encontrarme con programas rosas o noticias falsas, leer algún libro poco interesante de los que dejaron después de la barrida que hizo la nueva inquisición para censurar todos los libros poco apropiados o meterme en internet para encontrar lo mismo o menos que en la televisión. Sí, las partidas al dominó y parchís vuelven a estar de moda aunque si tienes dinero puedes permitirte alguna consola con la que apagar tu mente durante horas y horas. Así que lo mejor muchas veces es un buen paseo en buena compañía o sola o una tarde-noche de cervezas con los amigos, esos pequeños lujos tan poco pagables y tan de siempre.

Mi paseo empieza al cruzar la calle, en el llamado nuevo jardín botánico de Alicante; una gran cúpula de aire menos sucio que a pesar de la claustrofobia que provoca y el dinero que hay que pagar, a la gente le gusta estar un rato recordando lo que era naturaleza. Así que allí voy, a volver a saludar a eso que llamaban árboles que, aunque no estén en su máximo esplendor, siempre da alegría. Luego giro hacia la izquierda y me pierdo entre los barrios grises con aire gris y gente gris. Sin embargo termino en la única cosa que se mantiene intacta; el mar. Simplemente es perfecto, la única cosa que a pesar de toda la porquería que lleva en su interior se mantiene intacta. Hace muchos años se lanzó la campaña de “salvemos el mundo, salvemos el futuro” y se empezó por la restructuración del mar y las aguas más contaminadas del planeta. Desde que las inundaciones destrozaron varias ciudades costeras de todo el mundo allá por el 2017 se empezó a escuchar la voz de los ambientólogos y decidieron al principio invertir dinero en levantar grandes muros de contención a modo de presas. Sin embargo aquello no era una buena solución, los ingresos en turismo decrecieron y las presas necesitaban un cuidado muy constante y reinversiones muy jugosas que se preferían dedicar a otros aspectos de la vida de los alcaldes. Así que la otra propuesta fue la desalinización del agua para dedicarla a otros menesteres y la repurificación y repoblación de los mares.

Así que a pesar del aire tan gris, del paisaje tan gris, del mundo tan gris, me encanta venir a la playa a ver cómo el sol se sigue sumergiendo día tras día en esa agua que sigue siendo azul verdoso y que cada vez tiene más peces nadando en ella.

http://www.semanadelasostenibilidad.es/sostener/%C2%BFcomo-ves-la-vida-dentro-de-20-anos/

8.2.11

consulta la entrada del 10 de febrero

6.2.11

Las calles seguían vacías y el suelo frío y húmedo. No dejaba de llover. Emma veía tras la el cristal cómo los paraguas se movían ahí abajo. La gente iba y venía agena a lo que el resto hiciese. El movil que no suena, hay que comprar sal, no me van a dar ese ascenso, otra vez lluvia, se me ha olvidado la tarjeta... cada cabeza huía de la realidad a bordo de su propio pensamiento.

Sacó su pensamiento de la realidad y lo volvió a sumergir en su mundo. Encendió un cigarrillo y lo respiró con el cacho de pulmón que le quedaba. Nada, seguía sin haber nada que contar, ni una pizca de luz y color dentro de su mente gris. El humo iba correteando por la habitación hasta escaparse por la puerta entreabierta. A Emma también le hubiese gustado que su cuerpo se pudiese deslizar por el aire como ese humo que jugueteaba hasta alcanzar la escapatoria. Ella antes solía tener buenas ideas, se solía inspirar, solía dar aluz tantos pensamientos.... pero ahora su cerebro estaba seco, no sabía si por el alcohol o por las penas. Todo se había secado desde que...

Volvió a asomar la cabeza por la ventana, pero esta vez no vio nada, no vio gente ni edificios ni estrellas, ni lluvia. Recordó el color, el olor a felicidad y las prometidas mariposas. Realmente fueron efímeras, tanto que desaparecieron en un solo golpe para no volver. Y con ellas, también murió su esperanza en algo nuevo y el color. Los sonidos también se fueron, la música desapareció y dejó de ser un desliz de notas para convertirse en el ruido de los tubos de escape y los portazos sordos. ¿Y los aromas? El olor también se fue, la esencia a rosa se convirtió en olor a wisky y humo de tabaco barato. Todo se transformó con una sola palabra.

- Ven a tomar café.
- Hemos quedado a las siete y media.
- Abre, estoy en tu puerta.
- Déjame prepararte algo rico, últimamente no comes nada.

Todos esos amigos cargados de buenas intenciones se desvanecieron después de tanto tiempo de mismas palabras. Emma no se daba cuenta de que estar encerrada en su mundo no le iba a servir de nada más que para destruirse a ella misma. Ella pensaba que estaba viva porque solía respirar, dormir y comer algo... y fumar. Pero no se daba cuenta de que vivir no es sobrevivir, y que para vivir se necesita una ilusión, aunque sea la de ver el sol todas las mañanas.

Después de un año seguía sin aceptarlo, y eso se había convertido en su tumba, en sus grilletes que la ataban a ninguna parte. Su musa se fue, y se llevó el brillo de su mundo.



Un día, en una de las veces que se asomaba a la ventana para contemplar la vida de los demás sin asumir responsabilidades de vivir la suya vio algo distinto; había un gato. Al principio no se dio cuenta, Emma estaba tan metida en su cáscara de algodón y roca que no se percató de que algo distinto podía ocurrir. El gato se acercó y con su nariz húmeda le rozó el brazo, luego fue abanzando y le rozó la mano con la cabeza suave y lisa. Ella se quedó mirandolo fijamente y sorprendida, como si nunca hubiese visto semejante animal. La había tocado, lo había sentido... era suave, ya no recordaba lo que era eso casi.

- Suave.

Sonrió y lo volvió a tocar. Sonrió, y le puso un plato con leche y decidió salir a la calle a comprar atún.

Al día siguiente volvió a escribir.