I Semana de la Sostenibilidad

10.2.11

12 marzo 2031

Creo que ya es de día, al menos en el reloj aparece como que lo es. Las siete, bonita hora para empezar un nuevo despertar con unas nuevas ilusiones y unos nuevos dolores de cabeza. Huele a café.

Puede que ya se haya levantado, me ha dicho que esta mañana tenía que ir pronto a trabajar. Voy hacia la cocina y me encuentro el desayuno sobre la mesa; es siempre tan detallista, creo que en cada uno de estos desayunos recuerdo por qué lo quiero tanto; incluso ha tapado las tostadas para que el gato no lama la mermelada.

Salgo corriendo del piso, al final siempre llego tarde a todos lados. El ascensor sigue estropeado, creo que tendré que hablar con Aurelio para ver si podemos solucionar el problema de una vez, no es que me moleste bajar un par de escaleras, yo solo vivo en el sexto, pero el resto de gente que viven en pisos tales como el decimocuarto o el vigésimo primero han decidido no salir de casa hasta que no se arregle el problema. No entiendo cómo pueden construir edificios tan altos sin tener un buen sistema de ascensores.

Le quito el candado a la bicicleta y conecto el sistema de respiración. Le queda poco oxígeno, pero suficiente como para llegar al trabajo sin tener que parar en ninguna gasolinera. Sí, sé que podría optar por el transporte público, pero es demasiado caro, desde que el petróleo escasea los coches no se cogen y los autobuses son un lujo. Aun así las ciudades son demasiado grandes como para recorrérselas a pie, así que aunque el aire sea demasiado contaminante como para hacer ejercicio, sanidad lanzó a la venta unas bombonas de oxígeno para no tener que respirar el aire de la calle. Son bastante cómodas si vas en bicicleta o si las llevas en la mochila mientras andas, pero son imposibles de llevar si quieres hacer cualquier otro tipo de deporte físico. Echo de menos salir a correr por parques con árboles y pájaros cantando, me acuerdo de las golondrinas a principio de primavera cuando revoloteaban sobre mi ventana chillando, me encantaba, era el sonido de la primavera que caía sobre la Explanada mientras los pintores callejeros se ganaban un dinero en las aceras y las mujeres mayores paseaban agarradas del brazo. Ahora… bueno, las estaciones de transición entre verano e invierno desaparecieron hace bastante tiempo, así que la mayoría de animales migratorios empezaron a morir y ya solo se puede oír su canto en internet o en zoológicos protegidos.

Llego a la oficina, le pongo el candado a la bicicleta, desenrosco la bombona y me la guardo, no tengo yo mi economía últimamente bien como para que me roben otra bombona. El día de trabajo normal, sigo con mi traducción aburrida sobre artículos de prensa rosa que nadie leerá, ¿cuándo llegará esa oportunidad de traducir un buen libro o aunque sea artículos de prensa más jugosos? Pero bueno, no me quejaré, algo que he aprendido en estos últimos años es a no desaprovechar las oportunidades de ganar aunque sea algo de dinero, las crisis económicas son como olas de la playa, nos inundan cada dos por tres y aunque de vez en cuando desaparezcan, solo es cuestión de tiempo que vuelvan a mojarnos.

Hora de descanso para comer, me he traído mi fiambrera, siempre me ha gustado cocinar y a no ser que tenga mucha prisa o esté cansada, prefiero traerme mi comida a tener que probar la insípida comida de restaurante del comedor. A mí, aunque me cueste más caro y no pueda permitirme otros lujos más materiales, me gusta comprar comida fresca, sé que con esta decisión gran parte de mi sueldo va destinado solo a los alimentos y al transporte que me cuesta ir a alguna de las pocas tiendas que lo venden, pero supongo que mi salud me lo agradecerá algún día. De hecho, la esperanza de vida ha bajado mucho desde hace varios años debido al mal estado de los alimentos o a la calidad de los sucedáneos que ahora venden entre otras cosas (drogas, crimen, suicidios y “accidentes laborales” se llevan la otra parte de la culpa).

Terminada mi jornada de diez horas de trabajo me vuelvo a casa igual que vine; mi oxígeno recolocado, mi bici, mis paisajes grises… Hoy aun así me apetece pasear, después de un duro día de trabajo, las expectativas son las siguientes; ir a casa a ver la tele y encontrarme con programas rosas o noticias falsas, leer algún libro poco interesante de los que dejaron después de la barrida que hizo la nueva inquisición para censurar todos los libros poco apropiados o meterme en internet para encontrar lo mismo o menos que en la televisión. Sí, las partidas al dominó y parchís vuelven a estar de moda aunque si tienes dinero puedes permitirte alguna consola con la que apagar tu mente durante horas y horas. Así que lo mejor muchas veces es un buen paseo en buena compañía o sola o una tarde-noche de cervezas con los amigos, esos pequeños lujos tan poco pagables y tan de siempre.

Mi paseo empieza al cruzar la calle, en el llamado nuevo jardín botánico de Alicante; una gran cúpula de aire menos sucio que a pesar de la claustrofobia que provoca y el dinero que hay que pagar, a la gente le gusta estar un rato recordando lo que era naturaleza. Así que allí voy, a volver a saludar a eso que llamaban árboles que, aunque no estén en su máximo esplendor, siempre da alegría. Luego giro hacia la izquierda y me pierdo entre los barrios grises con aire gris y gente gris. Sin embargo termino en la única cosa que se mantiene intacta; el mar. Simplemente es perfecto, la única cosa que a pesar de toda la porquería que lleva en su interior se mantiene intacta. Hace muchos años se lanzó la campaña de “salvemos el mundo, salvemos el futuro” y se empezó por la restructuración del mar y las aguas más contaminadas del planeta. Desde que las inundaciones destrozaron varias ciudades costeras de todo el mundo allá por el 2017 se empezó a escuchar la voz de los ambientólogos y decidieron al principio invertir dinero en levantar grandes muros de contención a modo de presas. Sin embargo aquello no era una buena solución, los ingresos en turismo decrecieron y las presas necesitaban un cuidado muy constante y reinversiones muy jugosas que se preferían dedicar a otros aspectos de la vida de los alcaldes. Así que la otra propuesta fue la desalinización del agua para dedicarla a otros menesteres y la repurificación y repoblación de los mares.

Así que a pesar del aire tan gris, del paisaje tan gris, del mundo tan gris, me encanta venir a la playa a ver cómo el sol se sigue sumergiendo día tras día en esa agua que sigue siendo azul verdoso y que cada vez tiene más peces nadando en ella.

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